Por Evaristo Babé
Gracias a la ilusión y buen hacer de algunas, muy pocas, personas han llegado a nuestros días objetos y documentos del pasado que en otro caso es muy probable que se habrían perdido irremediablemente. Basta con pensar en libros y documentos antiguos, en cuadros, esculturas, relojes, coches antiguos o juguetes del pasado que hoy forman parte del contenido de museos en todo el mundo. Es igual. El caso es que dichos objetos nos permiten ver no solo las mismas formas que vieron generaciones anteriores, sino también conocer e interpretar las circunstancias, gustos y costumbres de la sociedad del tiempo en que se produjeron.
Hay que reconocer que, a lo largo de su rica y apasionante historia, Jerez no ha sido especialmente cuidadosa en la conservación de su patrimonio, ni el inmobiliario ni el mobiliario. Una prueba evidente –que, como toda regla general tiene sus excepciones- es el caso de las Bodegas, que en el pasado se deshicieron de miles de objetos y documentos que hoy nos encantaría ver y que serían del mayor interés para poder conocer mejor la historia de esta privilegiada zona del sur de España y, en concreto, de una de las principales fuentes de riqueza para muchas generaciones. Muchos de dichos objetos fueron tirados directamente a la basura. Recuerdo que un simpático y conocido sastre de esta ciudad recientemente fallecido me contó que él, durante muchos años, había sacado con sus propias manos de cubos de la basura numerosas carpetas con documentos relacionados con el negocio de las Bodegas. Otros muchos objetos no se quedaron y perdieron en Jerez sino que acompañaron a los millones de botellas que se fueron distribuyendo por toda nuestra geografía y por la de aquellos países con los que las Bodegas mantenían relaciones comerciales.
El caso es que hoy es una suerte poder celebrar que a todo el Marco de Jerez le ha tocado la lotería con el matrimonio formado por Don Roberto Amillo y su mujer, Angelines. Y le ha tocado porque, gracias a ambos, va a ser posible contar en Jerez con una colección admirable de objetos y documentos del pasado vinculados a las Bodegas de Vino, Brandy y Vinagre de Jerez verdaderamente impresionante. Reunir los miles de objetos que han reunido a lo largo de los años –¡y tener la fortuna de que la mujer del coleccionista le haya permitido guardarlos!- no es solo una suerte sino un verdadero milagro. Es evidente que ello ha requerido de sensibilidad y del tesón y generosidad de quienes han invertido mucho tiempo y dinero en ir adquiriéndolos y organizándolos.
La denominada “Galería del Jerez” que acaba de abrir sus puertas en una pequeña bodega del centro de la ciudad, no es sino un reducido pero valiosísimo museo sobre algunos de los objetos e iconos más característicos del pasado bodeguero de las ciudades del Marco, y que van desde cientos de botellas y etiquetas a carteles y anuncios publicitarios, desde firmas autógrafas de personajes populares del pasado hasta originales artículos de merchandising (como, por ejemplo, abanicos, ceniceros, espejos, discos, lápices e incluso polveras y maquinillas de afeitar…). Todo ello, sin duda alguna, como buena muestra del carácter pionero que caracterizó a las Bodegas de Jerez en el marketing que requería cada época histórica y que tanto favoreció el éxito y reconocimiento de marcas que aun hoy siguen triunfando en el mercado.
Un museo es una institución pública o privada, al servicio de la sociedad y que, estando abierta al público, adquiere, conserva, investiga, comunica y expone, con propósitos de disfrute, de estudio y de educación, colecciones de objetos y documentos de indudable valor cultural. Es de esperar que, a partir de ahora, la extraordinaria colección que acaba de hacerse visible para admiración de cuantos quieran visitar la Galería del Jerez que ha sido inaugurada, se acreciente con cesiones a la misma de objetos del pasado bodeguero que se encuentren en manos de particulares y quieran que sean conservados debidamente.
Naturalmente que Jerez cuenta ya con magníficos museos del Vino, del Brandy y del Vinagre de Jerez pues no otra cosa son la mayoría de sus espectaculares y maravillosas Bodegas. Piénsese en las magníficas colecciones de objetos y documentos del pasado que tienen debidamente organizados y orgullosamente exhiben empresas como González Byass, Bodegas Tradición, Williams & Humbert, Osborne, Páez Morilla, etc…. Un lujo de patrimonio histórico que merece ser reconocido y que requiere sea debidamente cuidado y divulgado.
Sorprendentemente, y hasta ahora, Jerez no había tenido a lo largo de su larga y rica historia ningún museo tan completo dedicado a dos de los grandes productos que han paseado su nombre por todo el mundo como son el Vino y el Brandy de Jerez, y que han sido fundamentales en la configuración de la singular personalidad del Marco que conforman las ciudades de Jerez, El Puerto de Santa María y Sanlúcar de Barrameda.
Es hora de recuperar el orgullo por el pasado glorioso de este sector: un patrimonio extraordinario que no solo debe ser conservado sino acrecentado con nuevas aportaciones e investigaciones. Y es hora también, naturalmente, de dar un nuevo impulso a esta zona para que las generaciones venideras puedan sentir el mismo orgullo y agradecimiento que hoy, al contemplar tanto esfuerzo e imaginación, merecen las precedentes por la rica historia que dejaron.
Al Marco de Jerez le ha tocado la lotería con Roberto Amillo y su mujer. Dos grandísimas buenas personas que han sabido hacer compatible su origen riojano –de donde son naturales y siempre han vivido– con su amor a Jerez y su entorno. Muchas gracias a ambos.